Por un lado, entre 1913 y 1914 realizó una versión indirecta de El Inspector del ruso N. Gógol (revisada posteriormente) y, por otro lado, en 1914 comenzó a publicar traducciones de relatos de Edgar A. Poe (que fue revisando a lo largo de su vida). También tradujo del italiano (fragmentos de Vita de Benvenuto Cellini, entre 1920 y 1932), del francés (El romance de Tristán e Isolda de J. Bédier, en 1921) y del alemán (Cuentos infantiles y caseros de los hermanos Grimm, entre 1919 y 1921). Muchas de estas primeras traducciones, a las cuales seguirían obras de Sienkiewicz, Hoffmann, Vigny, Rider Haggard, Cocteau, etc., fueron encargos editoriales, al igual que diversos manuales (la mayoría traducidos al castellano) que tradujo por necesidades económicas.
Durante el viaje que realizó por Alemania entre 1922 y 1923 conoció a diversos autores que tradujo inmediatamente, como por ejemplo el suizo Gottfried Keller (La gente de Seldwyla, 1925), Franz Kafka («Un fratricidio», 1924) y, sobre todo, Friedrich Hölderlin (traducciones que fueron recogidas en un volumen en 1944). Posteriormente descubrió a Rilke y realizó versiones poéticas de sus obras, las cuales fueron publicadas póstumamente.
No obstante Riba se dedicó sobre todo, como traductor, a la literatura clásica griega. Cuando tenía veinticuatro años emprendió una traducción en verso de La Odisea (1919) e inmediatamente después tradujo dos obras de Sófocles en verso (Antígona y Electra, 1929) y obras de dos prosistas griegos, Plutarco y Jenofonte. La creación de la Fundación Bernat Metge en 1922 sirvió como impulso decisivo para su carrera como humanista. Además de trabajar como profesor en dicha fundación y en la Universidad de Barcelona, publicó la obra de los prosistas griegos que ya había traducido: Jenofonte (Recuerdos de Sócrates, 1923; Obras socráticas menores, 1924) y Plutarco (Vidas paralelas, 1926-1946); y entre 1932 y 1934 publicó las Tragedias de Esquilo.
Durante su exilio en Francia al final de la Guerra Civil realizó algunas traducciones al castellano para el editor barcelonés Josep Janés. Tras regresar a Cataluña gracias a la ayuda del mecenas Fèlix Millet realizó una nueva traducción de La Odisea, la cual es considerada un monumento a la lengua catalana; también tradujo en verso todas las Tragedias de Sófocles y de Eurípides. Además realizó traducciones de Sófocles en prosa para la Fundación Bernat Metge. El último autor que tradujo fue un poeta griego moderno, Konstantinos P. Kavafis. Se puede afirmar, por tanto, que Carles Riba nos ha dejado uno de los corpus de traducción más importantes de la literatura catalana.