Con sed de amor, del placer del deseo
mil caminos probó, que creía revueltos
de oscuros vericuetos. Traicionó su pasado,
tal vez a algún amigo, pero guardó, puro y cobarde,
los mudos sentimientos de quien cree no tener enemigos.
Desalentado, aceptó cargos fáciles, la pequeñez
moderada, los vicios inducidos por alcoholes.
Se encogió muy a gusto en cualquier cama usada
sólo por la tibieza huidiza de una noche.
Dejó ideas, fragmentos incompletos
de escritos y diarios de interés muy dudoso.
Su casa, mal vendida, os costaría hallarla:
en el jardín dejado creció otra maleza.
Y su máximo orgullo, su buena biblioteca,
se subastó hace años, se fragmentó en mil sitios.
Nunca hubiese creído que un recuerdo como éste
consiguiera llegar a esparcirse tantísimo.