La plaza del Diamante (1962)
por Carme Arnau
La plaza del Diamante , como toda novela clásica, se caracteriza por su complejidad, e incluso ambigüedad, y de aquí las múltiples lecturas posibles de la obra: por un lado se trata de un documento esencial sobre el periodo que comprende —sobre todo, desde la proclamación de la República hasta el final de la Guerra Civil— y, por otra, de una obra poética, llena de densidad y de misterio, centrada en unos personajes y escenarios vives y verosímiles. De hecho, uno de los más grandes aciertos de la obra son los personajes y, de manera especial, Colometa, su protagonista que es, además, la voz narrativa.
La novela es también un retrato de Barcelona y, de manera especial, de un barrio popular bien característico, el de Gràcia . Rodoreda desgrana, de una manera personal, condensada y emotiva, la vida de Colometa, con todo el que caracterizó aquel periodo, tanto la manera de vivir de la menestralía como los hechos históricos más relevantes, entre los cuales destaca la Guerra Civil, que impone el mal y la muerte, la muerte en el frente y en la ciudad; en cambio, la posguerra impone una vida precaria y angustiosa, en un primer momento, carecida de vitalidad, y más adelante incluso de identidad, en la cual podemos ver representado el exilio.
Obra profundamente visual, una característica del estilo rodorediano, las palomas son el leitmotiv, con varios significados simbólicos —paz, inocencia, amor—, y acontecen, con su evolución, el desdoblamiento de la vida de su protagonista, que trae el nombre. De hecho, La plaza del Diamante recurre a uno de los esquemas más clásicos de ficción, el del Bildgunsroman , o novela iniciática, la de su protagonista, que es doble: primero individualmente y atada al matrimonio, se tornará colectiva y entonces se relacionará con un dramático tiempo histórico. En este momento, Colometa vivirá su época más difícil, que la arrastrará al borde del suicidio, una vez muertos su marido y sus amigos. Su figura se caracteriza por la inocencia —una inocencia que atrae a la autora como creadora— y, al mismo tiempo, su fortaleza, con la que conseguirá superar todas las pruebas y llegar a la madurez, dejándose no obstante la juventud en el proceso, como una piel vieja, nos dice la novela.
Ahora bien, La plaza del Diamante trasciende la concreción estricta y nos ofrece, también, una imagen del hombre/mujer contemporáneo, con los miedos y la angustia que lo caracterizan. De hecho, como novela de la condición humana, uno de los suyos temas centrales es la soledad, pero también la crisis de la identidad, una identidad rota en la época evocada; por expresarlo, la autora recurre a un tema a la vez clásico y contemporáneo, la metamorfosis, como en el caso de Kafka, uno de sus modelos. Y, de esta manera, demuestra la indiscutible universalidad de su novela más traducida, incorporada exitosamente en el panorama europeo.
En La plaza del Diamante se vislumbran la impronta tanto de los novelistas franceses como de los norteamericanos —de Faulkner, especialmente— así como el permanente interés de Rodoreda, una lectora atenta y voraz, por los románticos alemanes, en general, y por Novalis, en particular. No es de ningún modo casualidad, pues, que en La plaza del Diamante se mencione la simbólica flor azul, que preside una de las obras más conocidas de l'autor, Enric Ofterdingen . Novela que nace del recuerdo, siguiendo uno de los autores capitales del siglo XX, Proust, debe destacarse que otro de los grandes aciertos de la obra es su estilo, con una escritura aparentemente sencilla, pero muy trabajada y literaria. De hecho, Rodoreda, que quiere abarcar un tono coloquial, recurre a expresiones y palabras fuertemente populares pero, también, a préstamos de varios poetas, sobre todo de los que la acompañaron siempre, Baudelaire, pero también Verlaine y Poe. Todo un artificio para crear un estilo, característica ésta de todos los grandes creadores, entre los cuales debe figurar Mercè Rodoreda.
Traducido por Miguel Ángel Muñoz Zammit