En 1942 realizó sus primeros poemas visuales siguiendo los parámetros futuristas. De 1943 es su primer objet trouvé; de 1950, su primer objeto hecho a partir del apareamiento de dos objetos diferentes; y de 1956, su primera instalación (en el escaparate de una tienda). Sus primeros contactos y amistades fueron básicamente artísticos. Así, fue cofundador de las revistas Algol (1946) y Dau al Set (1948), que supusieron una vuelta al vanguardismo después de la Guerra Civil Española.
A partir de 1950, la poesía de Brossa experimentó un giro, cuando conoció al poeta brasileño João Cabral de Melo. Su intención era más política y la ruptura formal, absoluta (Em va fer Joan Brossa, 1950). Ese interés político-social también lo manifiesta Brossa en sus odas, sonetos y obras de teatro de una estructura más tradicional. Paralelamente, la ruptura formal lo condujo a una mayor conceptualidad y una sintetización evidente en libros de principios de los sesenta (Poemas civiles, 1960 o El saltamartí, 1963), que ya contenían poemas visuales.
Ese camino condujo a Brossa hacia el mundo de la plástica (poemas visuales y objetos). A partir de su primera exposición antológica en la Fundación Miró, "Joan Brossa o les paraules són les coses" (1968), sus exposiciones empezaron a proliferar en todo el mundo. La celebrada en 1991 en el Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid le otorgó renombre internacional. Además, su poesía llegó a las calles, con los llamados poemas corpóreos en espacios públicos, como el "Poema visual transitable" en el Velódromo de la Vall d’Hebron de Barcelona (1984). Sin embargo, alternó esa dedicación plástica con la teatral y las formas poéticas más clásicas (sextinas).
Brossa siempre se ha situado en la frontera entre géneros. Sus colaboraciones con artistas son abundantes y de diversa naturaleza: Novel·la (1965), Frègoli (1965), etc., con Antoni Tàpies; Oda a Joan Miró (1973) y Tres Joans (1978), con Joan Miró; Tal i tant (1983), con Federic Amat; Brossa i Chillida a peu pel llibre (1995), con Eduardo Chillida, etc.
En el campo escénico escribió acciones espectáculo ya desde los años cuarenta y después practicó otros géneros parateatrales, como los monólogos de transformación, los ballets y conciertos, donde destacan las colaboraciones de Josep M. Mestres Quadreny y Carles Santos (Suite bufa de 1966 o Concert irregular de 1968), así como el teatro de texto, libretos de ópera y guiones cinematográficos.
La experimentación que realizó Brossa en todas las formas confirma su poética: la concepción de la poesía como un juego. Pero los medios fueron muy diversos, ya que, para el poeta, la evolución del tiempo exigía un cambio reiterado de formas y un proceso de síntesis y visualización progresivas. A partir de la sorpresa que supuso en su momento la publicación de Poesia rasa (1970), Brossa se impuso como una de las figuras más interesantes de la literatura catalana contemporánea. Los reconocimientos llegaron tarde, pero merecidos (Lletra d’Or 1981, Premi Ciutat de Barcelona 1987, Medalla Picasso de la Unesco 1988, Premi Nacional d’Arts Plàstiques i de Teatre de la Generalitat 1992, 1998).
En el ámbito internacional, y desde el punto de vista plástico, se puede destacar su participación en la Bienal de São Paulo de 1993 y en la de Venecia de 1997, así como las exposiciones "Joan Brossa. Werke 1951-1988" en la Galería Mosel und Tschechow de Múnich en el año 1988, "Joan Brossa: Poésie visuelle. Poèmes objet. Environnements" en el Musée d’Art Moderne de Céret y Musée d’Art Moderne de Collioure en 1991, "Joan Brossa, Words are Things. Poems, Objects and Installations" en los Riverside Studios de Londres en 1992 o "Joan Brossa, poeta visual" en el Museo de Arte Carrillo Gil y en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, Méjico, en 1998. Después de su muerte, que tuvo lugar el 30 de diciembre de 1998, la exposición magna de 2001, "Joan Brossa o la revolta poética", realizada en la Fundación Joan Miró de Barcelona, lo consagró de una manera definitiva. También entre 2005 y 2007 otra gran exposición, "Joan Brossa, desde Barcelona al Nuevo Mundo", recorrió diversas ciudades de Chile, Brasil, Argentina y Portugal.
Por lo que respecta a las traducciones literarias, desde 1951 le han traducido poetas y traductores de prestigio de diferentes lenguas (Rafael Santos Torroella, Pere Gimferrer, Andrés Sánchez Robayna, José Batlló, Alfonso Alegre y Carles Vitale, entre otros, al español; Arthur Terry, John London o David Rosenthal, al inglés; Lasse Söderberg, al sueco, etc.), que han contribuido al conocimiento y la difusión internacional de su obra.