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Maria Aurèlia Capmany

Visat núm. 18
(octubre 2014)
por Isabel Graña
Maria Aurèlia Campany (1918-1991) fue una de las intelectuales más lúcidas y destacadas de la Cataluña del siglo XX. Proveniente de las clases menestrales de raíz catalanista, llegó a ser escritora, pedagoga, actriz y directora escénica por vocación y por tozudez. Sin embargo, por convicción y por responsabilidad, llegó a ser política y fue, también, una importante mujer de acción cultural. Enérgica y dialogante a la vez, supo proyectar su mirada crítica, entusiasta y motivadora sobre un país que amaba con pasión y sin reservas.

Capmany pertenece a esa generación de escritores que, educados en el ambiente liberal y progresista que impulsó la Segunda República, vieron como, con la derrota del bando republicano, se hundían todas sus expectativas después de la Guerra Civil. Se licenció en filosofía y, después de un intento de continuar con la carrera universitaria, se decidió por la enseñanza secundaria. Su reto inicial en aquel mundo de la posguerra, que no reconocía como suyo y que rechazó con vehemencia, fue reconstruir la propia identidad que había sido menoscabada como consecuencia de unos hechos históricos que la sobrepasaban. La escritura fue el medio que Capmany encontró para intentar entender la realidad, como dice Niní, la protagonista de Betúlia: «escribo esto o cualquier otra cosa para darme cuenta de las cosas, para captar esa realidad que huye y que tan solo me parece auténticamente real si mi desgarbada letra la estampa en un papel [escric això o tota altra cosa per adonar-me de, per captar aquesta realitat que fuig i que només em sembla autènticament real si la meva malgirbada lletra l’estampa en un paper]».

Campany se consideraba escritora por encima de cualquier otra cosa y, más concretamente, narradora. Inició su carrera literaria en un momento marcado por las prohibiciones del régimen, que hacían imposible cualquier proyección social de los escritores y la edición de sus obras. No obstante, su voluntad era rotunda, como ella misma dijo a Salvador Espriu el día que se conocieron: «Yo escribiré aunque el mundo se hunda». El año 1947 quedó finalista del Premio Joanot Martorell, que, tan solo un año después, el 1948, ganaría con la novela El cel no és transparent, prohibida por la censura y publicada el 1963, revisada y con el título de La pluja als vidres. El año 1952 consiguió publicar su primera novela, Necessitem morir. Así pues, nacía una escritora que cambiaría el papel de las mujeres en el panorama literario del momento y que, tiempo después, pasaría el testimonio a una nueva generación de escritoras: la de los años setenta, para la que se convirtió en un referente indiscutible.

Hasta el año 1965, Capmany pudo compaginar la dedicación a la enseñanza secundaria con la escritura: Ara, Tana o la felicitat y L’altra ciutat fueron algunas de sus primeras novelas, tentativas en busca de una voz narrativa propia, no dudó en transgredir los pocos modelos existentes, ya fuese con los temas o con la superposición y combinación de subgéneros novelísticos. Publicó sus obras más maduras al final de los años sesenta y durante las décadas siguientes, entre las que encontramos Un lugar entre los muertos [Un lloc entre els morts], Vitrinas de Ámsterdam y La color más azul [El color més blau]. La transgresión del género es, también, un hecho en la mezcla de materiales entre ficción y memorialística, como hizo en el cuento primerizo D’Arenys a Sinera que, en cierto modo, ya preveía lo que sería la obra memorialística de Capmany, que se consolidaría posteriormente con títulos tan sugerentes y evocadores como Mala memòria o Això era i no era.

Su otra gran pasión fue el teatro. De hecho, Capmany fue «una mujer de teatro» en el pleno sentido de la expresión. Su primera obra, Tu i l’hipòcrita, se estrenó por la Agrupació Dramàtica de Barcelona el año 1957. Sin embargo, publicó sus mejores obras, Viento del sur y un poco de miedo [Vent de garbí i una mica de por] y Ca, barret! o varietats de varietats i tot és varietat, a partir de finales de la década de los sesenta. Campany escribió, junto a su compañero sentimental —Jaume Vidal Alcover— la ya mencionada obra Ca, barret! o varietats de varietats i tot és varietat para que se interpretase en La Cova del Drac. Además de ser escritora, ejerció como actriz, como escenógrafa y como directora y tradujo teatro, así como también fue fundadora, junto a Ricard Salvat, de la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual, una réplica evidente al programa de estudios escénicos del régimen, con la que consiguieron una gran difusión de la obra de Salvador Espriu escenificando montajes como La gent de Sinera (1963) y Ronda de mort a Sinera (1965).

A pesar de su actividad frenética, Capmany siguió escribiendo hasta pocos días antes de su muerte. En conjunto, escribió más de veinticinco títulos entre novela y narrativa, unas quince obras teatrales, más de veinte ensayos sobre temas muy diversos (feminismo, historia, crítica literaria, política, cultura popular y sociología) y, además, hizo algunas incursiones en el mundo de la literatura infantil y juvenil; todo eso sin dejar de lado una intensa actividad profesional como traductora. El resultado es una obra personalísima y de gran alcance, que refleja su versatilidad y la influencia de los temas que ocuparon su actividad literaria, cultural o política. Además, Capmany ocupa un lugar singular en la generación de escritores de la posguerra, los del llamado exilio interior, mayoritariamente hombres —entre los cuales se movía con gran desenvoltura. Como diría Perucho años después: «Era una muchacha decidida. Posiblemente, la muchacha más decidida que había conocido, con convicciones e ideas propias, que me parecían exageradas».

Capmany supo ganarse la autoridad intelectual en una sociedad que había retrocedido considerablemente y en la que el nacionalcatolicismo imperante había relegado, otra vez, el papel de las mujeres al cenáculo familiar. A su manera, consiguió transgredir los modelos masculinos dominantes. A sus alumnas, les recomendaba que valía la pena saber francés, inglés o ruso porque, si les rompía una cinta, siempre podrían atarla. Ya fuese como narradora —Feliçment jo sóc una dona, Cartes impertinents— o como autora teatral —Dones, flors i pitança i altres peces curtes—, Capmany siempre actuó en defensa de los derechos de las mujeres. Además, recorrió toda Cataluña haciendo conferencias y actos, redactó artículos para la prensa y escribió los primeros ensayos que se publicaron en Cataluña sobre esta cuestión: La dona a Catalunya¸ El feminisme a Catalunya o La Dona: dona, doneta i donota son algunos de los más reconocidos. Como consecuencia, cuando la censura permitió la publicación de la traducción de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, Josep Maria Castellet le encargó la elaboración del prólogo para la edición que publicaría Edicions 62. Su nombre quedó, por siempre más, unido al feminismo catalán.

Maria Aurèlia Capmany fue una mujer progresista, una activista cultural comprometida con la época que le tocó vivir, que participó en diversas entidades culturales (Òmnium Cultural, Obra Cultural Balear y la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana) y que, además, fue presidenta del PEN Català entre los años 1979 y 1982. Tenaz luchadora contra la dictadura, participó, también, en actividades culturales clandestinas durante los años cuarenta y tuvo un papel público destacado como intelectual durante la época de la transición. Así pues, no es sorprendente que, ya en período democrático, se comprometiese políticamente con el PSC (Partido de los Socialistas de Cataluña) y aceptase el cargo de Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, con el que ejerció la dirección de publicaciones del Ayuntamiento durante la alcaldía de Pasqual Maragall e impulsó proyectos tan importantes como el de la ciudad del teatro del Mercat de les Flors.

Traducido por Neus Tirado Gual
Maria Aurèlia Capmany. Arxiu fotogràfic de la família Capmany (Wikimedia Commons)
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