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Itinerario biográfico y de creación

por Núria Cabré
Montserrat Roig es una de las grandes escritoras catalanas del siglo XX. Su obra, tanto la de ficción como la periodística, edifica un mundo testimonio de la historia de su pasado y presente. Aun así, la escritora-periodista es una de las mejores cronistas de nuestro tiempo, que se preocupó hasta el final de sus días de dejar constancia de unos hechos de la realidad próxima y lejana que son actuales y todavía ahora trastocan la sensibilidad de quien la lee.
Desde el comienzo, la autora, en uno de los primeros cuentos, ya habla de proyectos de futuro: «Y ahora, desde una Barcelona que empieza a perder incluso la nostalgia de aquel tono de reina destronada, intentaré edificar para ti el perfume de la historia» ( Molta roba i poc sabó ).

Montserrat Roig nació en Barcelona, en la derecha del Ensanche, en el año 1946. Su padre Tomàs Roig y Lobo era también escritor y abogado. Ella fue la número seis de siete hermanos: «Soy de las dos pequeñas, de la segunda tanda, además. Para entendernos, la primera tanda fueron los que pasaron la adolescencia en la posguerra, en un mundo más cerrado. Yo soy de la tanda de la ruptura de muchas cosas» (Conversación con Maria Aurèlia Capmany).

Sus padres se preocuparon por su educación. El padre, más práctico, defendía la idea de traerla en frente mismo de casa, a las monjas salesianas; en cambio, la madre era partidaria de una escuela laica: «Pero uno de los colegios laicos donde podías hacer el bachillerato era el Liceo Francés, que era caro para una familia numerosa.» Ni que decir tiene que ella, junto con su madre fueron muy críticas con la educación religiosa. Su madre las trataba de «bobaliconas». Y ella dice: «Y esto fue muy bueno porque quiere decir que a las monjas yo no me las llegué a creer nunca. No eran una autoridad moral.»

En Diàlegs de Barcelona, dónde habla con la escritora Isabel-Clara Simó, nos dice: «El ambiente era represivo, sobre todo desde un punto de vista profundo y más difícil de explicar, que es la interiorización del complejo de culpa. Las monjas te culpaban de todo por el solo hecho de existir, debido al hecho que ellas estaban castradas y educaban desde el punto de vista de esta castración.»

Montserrat Roig entró a una edad temprana, a los 15 años, en la Escuela de Arte Adrià Gual con su amiga fotógrafa Pilar Aymerich. Allí conoció a Maria Aurelia Capmany que, aun cuando les infundía mucho respeto, la consideraron la madre que habrían querido tener, porque era la primera señora conocida que tenía una opinión propia y la sabía imponer. La entrada en el Adrià Gual coincidió con la continuación de sus estudios en el Instituto Montserrat de la calle Copèrnic de Barcelona. Entre una experiencia y otra, perdió el miedo de adolescente y el temor al mundo de los hombres. De su experiencia teatral tiene un recuerdo entrañable: encontró un ambiente dinámico y vital que le posibilitó de hablar de autores modernos que ella conocía, como Stanislavski, Brecht, Artaud y Jean Genet.

Ahora bien, Montserrat Roig quería escribir. Recuerda que fue la vivencia que tuvo de pequeña en el patio de su casa lo que estimuló su imaginación. Ella misma reconoce que empezó la aventura de escribir para que su padre le hiciera caso. Hacía cuentos y los dejaba sobre la mesa de trabajo de su padre y él los corregía. Fue, empero, en el patio de la Facultad dónde nació el primer cuento que incluyó Molta roba i poc sabó (Premio Víctor Català 1970). Su dedicación al periodismo le permitió escribir para mantenerse económicamente, con la intención de aprender a escribir y poder hacer novelas, su gran pasión. En el año 1972 publicó su primera novela Ramona, adiós donde se notaba el inicio de la creación de un estilo.

Entre 1970 y 1980 escribe intensamente y publica buena parte de sus libros: Retrats paral·lels (tres volúmenes a base de entrevistas que van del año 1975 al 1978), la biografía de Rafael Vidiella, fundador del PSUC (1977), el libro histórico-testimonial Noche y Niebla: Los catalanes en los campos nazis (1977, Premio de la Crítica Sierra'd Or), la novela Tiempo de cerezas (premio Sant Jordi 1976), la serie «Personatges» de 1979, la novela La hora violeta de 1980. El mismo año, invitada por Ediciones Progreso de Moscú pasa varios meses en la URSS y prepara un libro sobre el asedio de Leningrado, La aguja dorada, que fue Premio Nacional de Literatura y publicado en 1985.

De la década de los 80 son sus libros La ópera cotidiana (1985), La voz melodiosa (1987), las dos últimas novelas publicadas, y el reportaje Barcelona a vol d'ocell (1987).

Según el crítico Àlex Broch, las dos novelas inician un nuevo ciclo novelístico, una etapa más madura como escritora de ficción. En estas obras adquieren un gran valor los elementos simbólicos. Y será precisamente el simbolismo lo que se intensificará en su última recopilación de relatos El canto de la juventud (1989). Con este libro volvió al género mediante el cual se había dado a conocer.

En 1991 la escritora recoge una serie de textos de reflexión sobre —como dice ella— sus tres patrias: la vida, los libros y su ciudad (Barcelona y la cultura catalana). Opta por construir un discurso que le permite recuperar la memoria histórica de los débiles, de los oprimidos, y también de las mujeres, con las cuales se comprometió como escritora e intelectual. Se trata del libro Dime que me quieres aunque sea mentira .

En el Teatro Romea, poco antes de su muerte, (el 10 de noviembre de 1991) estrenó la obra-monólogo Reivindicación de la señora Clito Mestres, un género que, que duda cabe, habría continuado.

El periodismo lo ejerció hasta el momento de morir. Sus artículos en el periódico Avui (1990-1991) se reunieron en el libro Un pensament de sal, un xic de pebre .

La obra de Montserrat Roig responde a una serie de constantes: La vida y la obra están estrechamente unidas. Ella lucha por explicarse y exponer el mundo que le rodea. La revisión constante hace que se interese por un espacio y unos personajes concretos. El espacio que le interesa, tanto en sus obras de ficción como en la reflexión periodística, es su ciudad, Barcelona. De esta ciudad hará una crónica detallada y testimonial. Con respecto a los personajes escogidos, dominan los tipos burgueses, educados en el Ensanche barcelonés, aun cuando también se interesa por los marginados sociales (el ladrón, la chica inmigrada y sin futuro, etc.). El eje de todo su itinerario, sobre todo en el aspecto narrativo, es la mujer, que le permite relacionar pasado y presente de la autora.

Hay una influencia bastante clara en el intento de Montserrat Roig de hacer crónica de su tiempo. Cita Honoré de Balzac como un escritor que ya había leído de jovencita, y Narcís Oller, representante característico del cronista catalán del XIX. Como ellos, la escritora hace un análisis realista-naturalista, siempre desde la óptica de la mujer, a base de averiguar qué tipo de persona se pasea por la Barcelona de diferentes épocas, revisa los antecedentes, el medio que los rodea y el momento histórico que los ha tocado vivir. Roig intentará, como ellos, hacer, por una parte, una obra total, que abarque la historia de su tiempo y, por otra, una obra con una unidad indivisible. Esta es la razón por la que hay personajes que se pasean por todas sus novelas. Este recurso creaba un sentido de unidad narrativa.
Traducido por Miguel Ángel Muñoz Zammit
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