por Núria Cabré
Montserrat Roig mostró una voluntad enconada por entender el pasado. En el prólogo del libro Noche y niebla. Los catalanes en los campos nazis (1977) habla de los hechos que han marcado su generación: «Quienes nacimos tras 1939 hemos tenido que ir desbrozando nuestro pasado reciente, un pasado que nos ha dejado demasiadas taras como para poder restituir del todo nuestra salud histórica.»
La autora, en su obra periodística, decortica el pasado para poder explicarse el presente. El afán y deleite de la escritora por comprobar, criticar, admitir y dejar constancia de unos hechos parte de la curiosidad por la condición humana, pero también refleja el sentido que para ella tuvieron estas relaciones y vivencias. Invirtió todo su esfuerzo para dedicarse intensamente al oficio de escribir. Dinámica, curiosa y amante del riesgo, al final llegó a acumular una gran experiencia y lucidez sobre la condición humana.
Su gran pasión fue la novela, es decir, la posibilidad de construir un universo propio, autónomo, donde poder volcar todo su abanico de intereses y obsesiones: la literatura, la memoria rasgada del país, el amor, la lucha por la libertad personal y colectiva y los derechos de las mujeres. Pero bien pronto se dio cuenta que tenía que acceder también a un público mayoritario y decidió adentrarse en el apasionante mundo del periodismo y, sobre todo, del periodismo visual, el de la actualidad más directa. Entró con éxito en un programa de entrevistas realizado para Televisión Española.
Desde entonces alternó la novela y la narración corta con los géneros periodísticos como la entrevista o el reportaje. Además, es destacable también la extensa obra Noche y niebla. Los catalanes en los campos nazis (1977, Premio Crítica Sierra d' Or 1978 de reportaje histórico) que demuestra que asumió la escritura con auténtica y dolorosa vocación.
En 1969 ganó el concurso de reportajes Sierra d'Or, junto con la fotógrafa Pilar Aymerich, con un trabajo dónde se explicaban las ilusiones y desilusiones de la gente de su generación. Así empezó un recorrido por el mundo periodístico que ya no se restañaría nunca más. Además de colaborar en revistas conocidas en catalán como El Pont, Presència, L'Avenç, Els marges y otras publicaciones en castellano, realizó programes de entrevistas y reportajes en TV3 y TVE. Sus conversaciones con personajes diversos, conocidos y desconocidos, fueron uno de los granos atractivos de una televisión pública abierta ideológicamente.
Su tarea periodística la disciplinó, la forzó a observar, a saber escuchar, a saber precisar, a saber describir: en definitiva, la reafirmó en su opción como escritora. En este sentido, coincidió con otros escritores que compaginan su trabajo de periodista con la obra literaria: nos referimos a Baltasar Porcel o a Josep Pla, a quien Montserrat Roig entrevistó y siguió como un auténtico maestro.
Entre los primeros trabajos periodísticos destacan los Retrats paral·lels (1975-1978, tres volúmenes), la biografía de Rafael Vidiella, fundador del PSUC (1977), y la serie Personatges (1979). En 1980, invitada por Ediciones Progreso, de Moscú, pasó un cierto tiempo en la antigua URSS y preparó el libro sobre Leningrado La aguja dorada (1985, Premio Nacional de Literatura). En Barcelona a vol d'ocell (1987) hace un reportaje de la ciudad delicado y preciso. El volumen Dime que me quieres aunque sea mentira (1991) recoge, a modode balance, una serie de textos sobre su relación con la literatura, sobre el hecho de ser mujer y escritora. Los artículos publicados en el diario Avui desde el mes de septiembre del 1990 al de noviembre de 1991, que continuó escribiendo hasta el día antes de su muerte, están recogidos en Un pensament de sal, un pessic de pebre (1992).
Montserrat Roig encontró, como periodista, una forma de acción y de compromiso político con Cataluña y una manera de ganarse la vida. Este aprendizaje vital y literario le sirvió también como ejercicio para escribir ficción. También como periodista, Roig quiere ser una mujer comprometida y combativa con ella y con la sociedad que le rodea: «la literatura es una mentira para que el lector pueda ver algo de realidad», escribió en uno de sus artículos (3 de agosto de 1991).
El periodismo, y especialmente la entrevista, es para ella un espacio de aprendizaje y de creación en qué hay opinión, observación lúcida, descripción e imágenes. El periodismo de Montserrat Roig tiene sinceridad porque buscaba un testimonio verídico y no manipulador. Roig no quería sentirse atrapada por la belleza de su texto. En este sentido, ella misma aclara que «el novelista puede ser innoble; el periodista, no.» Como periodista, Roig es la continuadora del pensamiento político en Cataluña en la línea de Xammar, Gaziel y, sobre todo, de Josep Pla y, en muchos aspectos, de Joan Fuster.
Gracias a su atenta y sagaz mirada sobre la realidad, Roig llega al final de su vida a una madurez excepcional, tanto en lo personal como en lo literario. En un conjunto de entrevistas del programa televisivo Búscate la vida (1986) revisa las nuevas generaciones, las de la democracia. Las veintiséis entrevistas son dirigidas a chicos y chicas entre dieciocho y veintidós años. El balance, pero, no es demasiado esperanzador. Las entrevistas le sirven por constatar que vivimos en un mundo menos humano del que nos pensábamos, dónde domina la competencia y la carencia de solidaridad. También en sus artículos en el diario Avui constata que, con la llegada de la democracia, su generación ha perdido los valores y critica el hecho que no haya sabido crear un modelo que sirviera de aprendizaje y guía para los más jóvenes. En una de las últimas entrevistas publicadas en el diario Avui , hecha a raíz de la Guerra del Golfo, remarca nuevamente la carencia de ética de la sociedad actual.
El último artículo aparecido en Avui (9 de noviembre de 1991) todavía hoy conmueve y es tan actual que podría servir para el 2009. Montserrat Roig parte de la anécdota de un famoso director de teatro que no conseguía impactar a sus actores con la obra de Shakespeare porque la historia del rey Lear los quedaba demasiado lejana: «Entonces el director los dijo que cerrasen los ojos, que apretaran acto seguido con fuerza los párpados y, cuando el velo color de rosa se volviera negro oscuro, empezaran a pensar en la tragedia del rey Lear. Primero como rey. Más tarde como padre.» En un mundo dónde se ha impuesto la frialdad, Montserrat Roig dice que querría, sobre todo, aburrirse. Querría estirarse a la playa «y no volver a contar los niños muertos por conseguir la emoción que les faltaba a los actores que debían representar El rey Lear ».
Traducido por Miguel Ángel Muñoz Zammit