La femme de trente ans

Honoré de Balzac
Honoré de Balzac

Durante la rápida temporada en que la mujer está en flor, los caracteres de su belleza sirven admirablemente bien para el disimulo a que la condenan su debilidad natural y nuestras leyes. Bajo el rico colorido de su tez fresca, bajo el fuego de sus ojos, bajo la graciosa red de sus finos rasgos, de tantas líneas multiplicadas, curvas o rectas, pero puras y perfectamente trazadas, todas las emociones pueden permanecer secretas: entonces el rubor no revela nada, al colorear aún más unos colores ya tan vivos; todos los focos interiores se mezclan entonces tan bien con la luz de aquellos ojos llameantes de vida, que la hoguera fugaz de un sufrimiento aparece sólo como una gracia más. Así, nada hay más discreto que un rostro joven, porque nada hay más inmóvil. La cara de una joven tiene la calma, el frecor de la superficie de un lago. La fisonomía de las mujeres sólo empieza a los treinta años. Hasta dicha edad, el pintor sólo encuentra en sus rostros el rosa y el blanco, sonrisas y expresiones que repiten un mismo pensamiento, un pensamiento de juventud y amor, un pensamiento uniforme y sin profundidad; pero en la vejez todo en la mujer habla; las pasiones se han incrustado en su rostro; ha sido amante, esposa, madre; las más violentas expresiones de alegría y de pena han acabado maquillando, torturando sus rasgos, para grabarse en él en forma de mil arrugas, todas ellas con su lenguaje, y entonces una cabeza de mujer se vuelve sublime de horror, hermosa de melancolía, o magnífica de tranquilidad; si se nos permite proseguir con esta extraña metáfora, el lago desecado deja ver entonces las huellas de todos los torrentes que lo crearon: una cabeza de mujer mayor ya no pertenece entonces a la sociedad, que, frívola, se asusta al percibir la destrucción de todas las ideas de elegancia a las que está acostumbrado, ni a los artistas vulgares, que no descubren nada en ella; sino a los verdaderos poetas, a los que tienen un sentimiento de lo bello independiente de todas las convenciones sobre las que reposan tantos prejuicios en cuestiones de arte y belleza.

Honoré de Balzac: La mujer de treinta años. Barcelona, Sirmio, 1996.

Traduït per Lluís Maria Todó

Lluís Maria Todó
Lluís Maria Todó